1.1.- Por la mañana

Tras revisar que estaba sano y no me faltaba nada de mis pertenencias, procedí a levantarme del quicio de esa puerta. Dolorido y magullado aún con mi lámpara de mano encendida, la luz de la mañana penetraba en mis ojos y me lastimaba.

Ya incorporado y activando mi brújula y sistema de posicionamiento global internos me dí a la tarea de caminar hacia donde recordaba haber dejado mi vehículo.


Con mucha hambre, procedí a revisar si quedaban más sandwitches además de aquel que había obsequiado a los pequeños gatitos. Quedaba uno solo. Al parecer alguien había sustraído uno o en mi estado de completa falta de consciencia me lo había comido.


Dí vuelta a la derecha y ahí estaba completamente sólo en esa calle. Por fuera se veía todo en perfecto orden. Tan solo y por morbosa curiosidad voltee a la acera de enfrente y ahí seguía esa enorme casa, completamente cerrada, impasible, misteriosa y lúgubremente quieta.


Activé el control remoto de la alarma, abrí la puerta, ingresé al vehículo y tras cerrar la portezuela, cerrar seguros y colocarme el cinturón de seguridad, procedí al encendido del motor que rugió como es costumbre cuando es muy de mañana.


Pensativo y aún cavilando en lo ocurrido, una sombra que percibí por el rabillo de mi ojo derecho me hizo voltear de nuevo a la casa. En ese momento vi cómo el viejecito que me había tomado del brazo hacía unas horas, ataviado con lo que parecía ser un overol de mezclilla, enormes botas de hule color café que sobrepasaban sus rodillas, camisa color gris y guantes de gamuza. Con la vista fija en mi y con el rastrillo para recolectar hojarasca aún en su mano izquierda, llevó su mano derecha a su cara para entonces con su dedo índice tapara su boca haciendo el gesto universal de "guarde silencio".


Asentí con la cabeza, coloqué la palanca de cambios en "Drive" y procedí lentamente a retirarme de ese lugar. Manejé apenas unos metros cuando de repente llegó un mensaje a mi teléfono móvil. Revisando a mi rededor y verificando que no había cerca vehículo alguno, procedí a sacarlo del bolsillo interno de mi chamarra y activar la pantalla. Desbloquee el aparato y procedí a revisar el mensaje.


Lo que vi en la pantalla me dejó helado. Era solo una imagen de esa huesuda y nada agradable dama con la que había tenido tan desagradable encuentro. Sus ojos parecían mirarme fijamente y de repente lo que parecía ser una imagen fija comenzó a moverse y proferir sonido. Con esa voz espantosa y clara me decía: -"...recuerde que somos demasiados y le estamos vigilando. Si en algo precia su alma, no le cuente a nadie lo que vio."-


¿No eran demasiadas advertencias? ¿Por quién me tomaban? ¿Acaso les parecí muy testarudo y/o estúpido? Muy ofendido simplemente grité hacia la imagen diciento: -"¡Todo quedó claro! No soy estúpido y mi palabra es ley"-. Nunca imaginé lo que sucedió después de mi airado grito. La imagen volvió a moverse y de inmediato me respondió: -"No lo tome personal. Solamente deseo asegurarme que el mensaje le quedó claro"-. Acto seguido y tras estacionar y detener mi vehículo por completo, volví a hablar a la imagen: -"¿Es acaso tan secreto o terrible lo que Usted desea ocultar?"-. Tan pronto como terminé la frase la imagen me increpó: -"Remítase a seguir mis instrucciones al pie de la letra y nada le pasará a Usted, su familia o amigos."-


Tras una helada, silenciosa y eterna pausa, la imagen en un tono más calmado me habló: -"Los felinos de la casa le agradecen su obsequio. Es Usted una buena persona."- Mi asombro fue mayor, pues nunca pensé que el alimentar a esos pequeños mininos sería un tema de conversación para esa adusta y tétrica dama. Fue entonces que ella agregó: -"Hagamos esto. Usted y sólo Usted tiene paso franco a esta casa, siempre y cuando sus intenciones no sean las de profanarla, no haga demasiadas preguntas y obviamente no sustraiga o divulgue cosa o información alguna. ¿Tengo su palabra?"-. En ese momento una mezcla de asombro, gusto, espanto, orgullo y curiosidad llenaron mi mente. Tan solo entonces pude proferir un leve "Sí" a esa imagen.


Tras una pausa después de mi respuesta la imagen profirió un quedo -"Hasta pronto"-. Todo era silencio y así como llegó el mensaje, éste desapareció del celular como si nunca hubiese existido.


Apagué el motor de mi vehículo. Quedé muy pensativo y en silencio mirando hacia lontananza. De pronto en el vidrio de mi vehículo escuché tres toquidos. Era un oficial de tránsito que solicitó hablar conmigo. Puse el interruptor del vehículo en posición para poder accionar el elevador de ese cristal y tras hacerlo descender, escuché al oficial preguntarme: -"¿Se encuentra Usted bien?"- Yo solo atiné a decir: -"Sí oficial"-. Solicitó mi licencia y tarjeta de circulación, los cuales le entregué respetuosamente. Los revisó y me los regresó. -"¿Su vehículo puede circular?"- Preguntó. Yo simplemente respondí un Sí acentuándolo con un movimiento afirmativo con mi cabeza. -"Circule entonces y que tenga un buen día"-. Me indicó. Puse en marcha mi vehículo y seguí mi camino.


Encendí la radio y simplemente nada fue de mi gusto. Recordé haber dejado un Disco Compacto en el aparato reproductor de mi vehículo y procedí a escucharlo mientras viajaba a casa. Completamente en automático y aún recordando todo ese mundanal de experiencias, llegué a mi domicilio, estacioné mi vehículo y tras descender caminé hacia la escalera para subir a mi hogar.


Abrí la puerta y ahí de pie, adustos y con una mirada entre duda y asombro estaban mis dos gatos. Ambos y como si se hubiesen puesto de acuerdo profirieron un leve maullido como dándome la bienvenida a la vez que me preguntaban cómo me había ido. No había nadie en la casa. Tan solo un recado en la mesa del comedor que decía: -"Salimos a desayunar. Regresamos pronto"-.


Cansado, aturdido, sucio y aún dolorido, subí los escalones que llevaban a mi recámara, para que tras desvestirme, dejarme caer en el colchón. No tardé nadita en quedarme absolutamente dormido.



Continuar con "1.2.- El regalo --->"

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