1.8.- El puntero

El lunes y martes pasaron tan anónimamente como cualquier otro día del año. La verdad no recordé que también en esos días necesitaba realizar mis prácticas de aprendiz de verdugo. El trajín y la rutina del día a día me habían mantenido absorto en otros quehaceres y la verdad no tuve tiempo (ni ganas) de enfrentarme al dichoso aparato y prodigar mis nuevos dones de juez de moribundos.

Ese miércoles amanecí con los ánimos no muy a la alza y la verdad esperaba sin mucha disposición el recado telefónico que Átropos seguramente me mandaría en el transcurso de la mañana. No obstante lo anterior preparé mi mochila con todo lo necesario para acudir a esa enorme casa para llevar a cabo la siguiente parte de mi entrenamiento.


Juntas, elaboración de reportes, atender clientela, realizar trabajo de oficina, conducir en el tráfico. Todo como siempre. De pronto se escuchó en mi teléfono celular ese sonido característico que anunciaba los mensajes de mi mentora. Tras detenerme por un momento para poder leer el mensaje, vi que nuevamente había elegido el método de la imagen que de repente cobra vida como en las primeras comunicaciones con ella. -"Veo que no ha practicado mucho. ¿Se siente Usted listo para continuar con su instrucción?"- Fue el contundente mensaje y la tajante pregunta. Mi respuesta fue rotundamente afirmativa y muy enfática. -"Perfecto. No hay necesidad que se presente aquí. Esta noche mientras Usted duerma, continuaremos su adiestramiento utilizando sus sueños"-. ¡Qué maravilla! Educación "online" para aprendiz de Moira o Parca. Sería mi nada discreta expresión de mi rostro lo que dio por resultado la siguiente alocución de mi maestra: -"Veo que le parece adecuado y muy agradable. Eso me parece perfecto. Entonces abra su mente, duerma tranquilo y esta noche continuamos."-


No tuve ni siquiera la oportunidad de despedirme. Mal terminó de hablar y como ya era costumbre, la imagen y el mensaje desaparecieron por completo de mi celular. Guardé en mi bolsillo de la camisa mi teléfono portátil y continué con mi día normal, si a esto de ser el flamante portador de la guadaña se le puede llamar normal.


Esa noche me sentía realmente agotado física e intelectualmente. Cené como si fuese el único alimento que habría de tomar en mucho tiempo, lo que también esa bastedad de alimento contribuyó para que me sintiera tan cansado. Ducha caliente, líquidos para pasar la noche, beso de buenas noches y sin darme cuenta, ya estaba profundamente dormido.


¿A qué hora fue o cuánto tiempo pasó desde que no supe más del "mundo real"? No lo se. Simplemente estaba yo de pie frente a la enorme reja de acero forjado. Como un habitante más de la casa entreabrí con sumo cuidad la reja, abrí también lo suficiente la enorme y pesada puerta de madera y tras saludar a los mininos que ya me estaban esperando, subí las escaleras de la izquierda para posteriormente y tras hacer el consabido viraje a la izquierda ya en el piso superior, encontrarme en el umbral de la puerta.


Para mi sorpresa, Átropos no estaba en su lugar como era costumbre. Tras revisar y cerciorarme que se trataba de la habitación correcta, entré con paso lento y pausado para no perturbar a las imágenes que moraban en cuadros, paredes, tapices y frisos. Sería la familiaridad que ya teníamos estas imágenes y yo, o también el hecho de que había entrado de manera muy discreta, pero en esta ocasión no se agitaron al verme.


Fue hasta ese momento que noté que no traía mi mochila y mucho menos la caja con el icosaedrón. Un frío espantoso recorrió mi cuerpo y el pánico comenzó a turbar mi mente. Palpando mi vestimenta y tratando de mirar por el hombro para verificar que ni mochila ni poliedro estaban conmigo, comencé a hiper ventilar. Realizando un ejercicio mental intenté recordar a dónde habría dejado todo eso y posteriormente con la mirada intenté buscar al principio con calma pero luego con frenesí, esos objetos tan necesarios. En eso estaba cuando de repente sentí una presencia en mi espalda un poco a la izquierda. Lentamente voltee y pude ver al viejecito que traía en su mano derecha mi mochila. Levantando lentamente su brazo derecho la puso a mi alcance. Con ambas manos y con enorme agradecimiento en mi cara y mi voz, simplemente atinó a sonreír para sin prisa pero sin pausa retirarse de la habitación.


Iba siguiendo con la mirada al singular personaje que en ese momento me había salvado de un tremendo chasco, cuando al volver la mirada al frente vi justo delante de mi y mucho más cerca que de costumbre a Átropos. No pude contener mi asombro y sorpresa. Haciendo ella un ademán con su mano derecha para que me calmase, me dijo con su voz calmada y lúgubre: -"No tiene por qué preocuparse. Hoy Usted y yo estaremos codo a codo trabajando. Yo traigo conmigo mi icosaedrón"-. Tremendo asombro el saber que ahora maestra y alumno estaríamos uno junto al otro y al unísono, realizando actividades no muy gratas consistentes en segar o perdonar la vida a gente condenada a morir.


Procedí a sacar de mi mochila la caja de cartón que contiene el poliedro de cristal. Rápidamente lo desempaqué pues no deseaba impacientar a mi severa educadora. Cuando regresé a mi posición, ella ya estaba colocando frente a sí su icosaedro. Le imité de inmediato y al mismo tiempo con los brazos completamente estirados y procurando que transcurrieran esos treinta y tres segundos, lo colocamos sobre nuestras cabezas. Esperamos los treinta y tres segundos y la habitación se iluminó como nunca lo había visto pues ahora había dos icosaedrones trabajando al mismo tiempo. Hicimos descender hasta colocar delante de nuestros ojos el no tan liviano artilugio de cristal y pronto cada uno de nosotros estaba viendo una imagen distinta.


-"Como Usted se dio cuenta, es posible girar levemente en cualquier dirección el icosaedrón sin perder la imagen. Es en ese momento que aparecerá un puntero que dependiendo de qué tan recomendable es que muera una persona en particular, tomará una tonalidad distinta"-.


Me había quitado la pregunta de la boca. Ella entonces retomó la lección: -"Si el puntero se pone rojo, es que esa persona debe morir irremediablemente. Si se pone en color ámbar significa que es prudente revisar su historial y tomar una decisión decretoria. Cuando se pone en verde, significa que es muy recomendable dejarla vivir."-. Duda discipada. Pero luego continuó: -"Lo importante de este puntero es que incluso en escenas en donde se vea a un grupo de personas, es posible ser altamente selectivos para decretar la vida o la muerte de él o ella en particular"-. Fue entonces que sin decirme nada, noté por el rabillo del ojo, para no perder la concentración, que ella giraba un poquito su cristalina "aparato" y moviendo su dedo pulgar derecho (como si se tratara de un "touch screen") el puntero para señalar una persona.


Para demostrar a mi maestra que estaba poniendo toda la atención, giré también un poco mi icosaedrón y pronto noté que el puntero ya estaba sobre uno de los tres individuos que poblaban mi imagen. El puntero era color ambar y recordando lecciones anteriores, presioné con el dedo índice izquierdo una cara de mi poliedro y pronto estaba recibiendo información de ese sujeto. Deliberé por un instante y mi decisión decretoria era "muerte". -"¿Qué debo hacer si decreto muerte sobre una persona?"- pregunte. -"Deje presionado su dedo pulgar sobre el puntero mientras que éste está precisamente sobre esa persona. No más de tres segundos."-. Acto seguido y siguiendo las instrucciones de mi instructora, presioné el puntero que estaba aún sobre el mismo individuo y esperé los tres segundos que me indicó sin retirar mi dedo. Vi entonces cómo ese individuo caía muerto abatido por un disparo, mientras que sus dos compañeros se alejaban de él para protegerse de los tiros. Coloqué el puntero en el segundo individuo e inmediatamente tomo un color rojo. Presioné por tres segundos el puntero y pude observar como una ráfaga de ametralladora le alcanzaba dejándolo muerto. Apunté al tercer objetivo y éste tomo nuevamente un color ámbar. Solicité la información y decreté también muerte. Tres segundos y una explosión muy cercana al interfecto le dejaba literalmente frito.


-"Descanse."- fue la sugerencia de mi maestra. Acatando con felicidad y alivio la orden, hice la rutina de descenso de mi icosaedro. Poniéndose justo delante de mi y señalando mi icosaedrón con su dedo índice de la mano derecha me indicó: -"Le ha manejado sabiamente. Le felicito. Me parece que muy pronto podrá Usted tomar toda su responsabilidad. ¿Tiene Usted alguna duda?"-. Tras una pausa, comencé a formularle varias preguntas: -"¿Este aparato también afecta a animales?"-. Su respuesta fue un rotundo no. Me indicó que era otra Moira. Láquesis para ser más preciso era la que tenía ingerencia sobre los no humanos.


-"¿Qué pasa si perdono la vida de alguien que se muestre con puntero rojo"-. Tras entornar un poco la mirada procedió entonces a contestar: -"Recuerde que lo que Ustedes llaman vida es como un enorme y complejo entramado de hilos. Ahora Usted tiene el poder de alterar esa intrincada trama y todo lo que Usted decida, pueda afectar el futuro inmediato o mediato de alguien más."-. Mi cerebro comenzó a trabajar de manera acelerada. Sus palabras retumbaban con fuerza en mi cabeza. Ahora YO era responsable de algo que podía alterar el futuro de una o más personas. El solo pensarlo ya de por si resultaba abrumador.


Al notar mi mezcla de asombro, duda, confusión, etc. en mi rostro atinó a decirma: -"Quiére decir que si por ejemplo Usted perdona la vida de un asesino, éste pudiese asesinar a más personas y una de esas pudiese ser Usted o un pariente cercano."- ¡BOMBA! Yo o un pariente cercano. Al final ese ciclo de la vida, o más bien ciclo de la muerte se ponía cada vez más complejo. La duda había sido disipada y con creces.


-"Es momento de que Usted regrese. Por hoy hemos teminado. Continuaremos este Viernes si a Usted le parece."- Le miré asombrado pues en esa ocasión ella me preguntaba mi parecer, ya no era una orden. -"Claro que sí"- le respondí. -"Usaremos el mismo método. Que sea en sueños y por favor no deje de practicar lo visto hasta el momento"-. Asentí con mi cabeza y procedí con cuidado a colocar mi icosaedron en su caja y ésta en la mochila. De repente volví a sentir a mis espaldas la presencia de ese viejecito que ahora tendía su mano para recibir mi mochila. Se la entregué con ambas manos y le volví a agradecer su amabilidad. Nuevamente esbozó esa sonrisa calma y benévola para nuevamente darme uno de sus exquisitos bizcochos a cambio.


Dí la vuelta para despedirme de Átropos, pero ella había desaparecido de la misma manera como había aparecido momentos antes. Tras lentamente caminar hacia atrás como si ella aún estuviese, hice media vuelta en el umbral de la habitación para entonces emprender la salida.


Tras escucharse el estruendo que hacían la puerta y la reja cerrando al unísono una vez que estaba fuera de la casa, mi sueño empezó a desvanecerse para entonces despertar. Aún era muy de madrugada como lo pude constatar y simplemente teniendo mucho cuidado de no despertarla ni despertar a sus Majestades Imperiales, procedí a tomar un poco de agua para volver a quedarme profundamente dormido.


No hay comentarios:

Publicar un comentario