1.9.- Primer nivel: Emisario

Esa mañana la jaqueca volvió a hacer acto de presencia. El haber recibido la siguiente lección en el uso y manejo del icosaedron había requerido demasiada actividad neuronal, dejándome muy poco tiempo para poder desconectarme por completo y descansar como es debido.

Si a todo lo anterior le sumamos que posteriormente a un corto periodo de profundo descanso siguió una consecución de sueños de todo tipo y todo lugar, puedo afirmar que esa noche no fue lo que se puede calificar de una noche de descanso reparador.


Rutina matutina, dos analgésicos, pastillas de diario y comenzar un nuevo día con "ánimos" renovados. Viva. Para mi fortuna el café ya estaba listo en la oficina y el día anterior había dejado mi taza en el área del café. Aún con mi mochila al hombro tomé mi taza, puse en ella azúcar, sustituto de crema, aditivo para espumar y vertí una porción generosa de café recién hecho. El olor era simplemente delicioso, pero como ya era costumbre tuve que esperar a que enfriase un poco pues a leguas se notaba que aún estaba demasiado caliente.


Pasé a mi lugar, instalé mi equipo y procedí a revisar si existían recados telefónicos. Todo en calma. Saludé a quienes iban llegando (obligación del primero que llega a cualquier lugar) y tras verificar que el sistema operativo de mi Laptop ya estaba listo para funcionar, procedí con la revisión de agenda y correos electrónicos.


El día transcurría normalmente con poca calma pero fluido. De pronto escuché de uno de los cubículos adyacentes: -"¿Supieron de la balacera de la madrugada de hoy?"-. Pronto había ecos afirmando o negando tal pregunta. Esta explosión de argüende de oficina hubiese pasado desapercibido como todos los demás, de no ser por los detalles que una de las compañeras comenzó a dar: -"...y el primero cayó tras haber recibido un balazo. El segundo murió por una ráfaga de ametralladora y el tercero murió al explotar uno de los vehículos que tenía cerca. ¡Quedó todo achicharrado!"-. Manifestaciones de horror, espanto y desaprobación no se hicieron esperar.


Fue entonces que recordé la sesión de capacitación onírica que tomé con Átropos. Un baleado, un ametrallado y un explotado-achicharrado había sido el saldo de los muertos que decreté esa misma madrugada. Quedé helado y tras dudar por un momento pregunté: -"¿En qué periódico, sitio web o red social salió publicada esa información?"-. La misma dama que había dado el "santo y seña" inicial mencionó que ya estaba en todos los periódicos de circulación local y mencionó también varios Blogs y cuentas de redes sociales.


Agradecí la información y pasé de inmediato a consultar las distintas redes sociales y las páginas web de los periódicos locales. La sangre abandonó mi rostro al ver una fotografía donde claramente pude distinguir el lugar, los vehículos y los rostros de a quienes les había decretado "guadaña" mientras practicaba con mi mórbida mentora. Me quedé un momento viendo la pantalla y pensando en todo cuanto yo había visto en sueños, pero que al final esto revelaba un hecho ineludible: No obstante la práctica fuese en sueños, los resultados eran reales.


Fue la voz de un compañero que no me percaté que estaba leyendo la noticia sobre mi hombro, la que me regresó al mundo de "los vivos": -"Está mal que lo diga, pero merecían morir"-. Fruncí un poco el seño fingiendo extrañeza y él simplemente agregó: -"Ya habían cometido fechoría y media. El que murió rafagueado incluso había violado a una menor"-. Abrí desmesuradamente los ojos y solo proferí un leve -"Híjole"- rubricando mi asombro. Comentamos un poco más estos hechos y después cada uno se dedicó a lo suyo.


Qué razón tenía el puntero del icosaedrón. Al momento de apuntar al segundo individuo había quedado en un color rojo intenso como gritándome: -"¡No lo pienses más y elimínalo"-. En eso estaba cuando alguien dijo: -"Me encantaría saber quien fue el héroe que borró del mapa a esta pandilla de maleantes"-. ¿Me creerán si les digo que en vez de adjudicarme el honor mejor me encogí de hombros y prácticamente hundí mi cabeza en el monitor de mi equipo portátil?


Posterior a ese chismorreo y sus comentarios subsecuentes, todo el resto del día pasó con toda normalidad. Llegando la hora de la salida, la rutina de siempre para regresar a casa. Era jueves y tenía que pasar por mi hijo pues salía de su clase de natación. A diferencia de ocasiones anteriores él ya estaba esperándome, por lo que no hubo siquiera necesidad de estacionar el vehículo. Tan solo abordó el vehículo, mi muy joven copiloto me dijo con asombro: -"Mataron muy cerca de aquí a tres delincuentes. ¿Supiste?"-. Por lo visto era la "noticia del día". Yo simplemente le contesté un Sí y procedí a preguntarle cómo es que le había ido en su entrenamiento. -"Todo bien papá. Pero el sábado tenemos un torneo"-. Cierto. El torneo del sábado. Fue entonces que recordé que no tenía que acudir a ningún lado, pues sería en la noche del Viernes al sábado cuando nos reuniríamos nuevamente.


De regreso a casa platicamos de temas diversos y tras llegar a casa, mi esposa me recibió con la misma pregunta: -"¿Supiste que mataron muy cerca de aquí a tres delincuentes?"-. No me quedó remedio que seguirles a ambos la corriente. Solo faltaba que el par de felinos amos de casa me preguntaran lo mismo. Así pasó la noche del jueves entre cena, comentarios, preparativos y por fin un profundo y muy reparador sueño.


La madrugada del Viernes continuamos con las prácticas de cómo manejar de manera más eficiente el icosaestron. Ya muchos movimientos eran realizados por mi de manera prácticamente mecánica. Átropos a mi lado sesión tras sesión en donde poco a poco sus instrucciones iban siendo cada vez menos necesarias. Serían más o menos tres semanas transcurridas desde la primer lección cuando ella me indicó: -"Ya es Usted prácticamente experto en el manejo de su Icosaedrón. El paso siguiente es que ahora Usted por si mismo dedique al menos dos horas cada noche para ejercer su responsabilidad de emisario."- ¿Emisario? Pero si con ese poder y responsabilidad era más bien todo un verdugo. No quise contradecirle.


-"¿Existe algún diario, registro o bitácora que deba de seguir o llenar al realizar esta actividad de "emisario"?"- Ante lo sarcástico que sonó mi pronunciación de la palabra "emisario", ella aclaró: -"Ser un emisario significa en pocas palabras que ahora Usted será mis ojos, oídos y mente al momento de ejercer su trabajo. Desde este momento Usted es responsable por la vida o muerte de todos y cada uno de quienes Usted visualice en el icosaedrón. Solo yo estaré sobre de Usted y en muy pocas pero inapelables ocasiones, le dictaré a quién deberá Usted darle muerte."-


Sentí como si una enorme y pesada losa cayera sobre mi espalda y hombros al escuchar sus palabras. Casi sin aliento le pregunté: -"¿Y cuál es, si es que existe, el libro, diario, registro o bitácora que necesito llevar para realizar este trabajo?"-. Ella entonces miró sobre mi hombro. Siguiendo a donde apuntaban sus ojos vi al viejecito que traía un libro grande empastado en piel color negro mate, repleto de hojas y con un candado que lo hacía permanecer cerrado. El senil personaje lo tomó con sus dos trémulas manos para ofrecérmelo. Lo tomé con mis dos manos, le agradecí y girando ciento ochenta grados lo mostré a Átropos.


-"Ese es el almanaque."- Me indicó Átropos. -"En él Usted no solamente deberá registrar cada actividad, sino que en la sección de bitácora Usted podré encontrar anotaciones y encomiendas que yo personalmente escribiré con mi puño y letra"- Continuó. Sacando su mano izquierda de la inmensa capa, me mostró y acercó una cadenita de oro que portaba una llavero en forma de triángulo equilátero, que a su vez portaba una llave dorada.


Una vez que recibí la cadenita, el llavero y la llave, noté que esa no era cualquier llave, pues no se trataba ni de una llave clásica ni tampoco de una llave moderna corriente. No estaba constituida en su vástago ni por un cilindro ni tampoco era plana. Era más bien un prisma de base triangular que no tenía alto o bajo relieves, sino unas pequeñas muescas semi esféricas repartidas por todo el cuero de la llave.


-"Esa es la llave. La única llave. Es con lo único que Usted podrá abrir El Almanaque. Le recomiendo que no la extravía y que solamente Usted tenga acceso a ella."- Asentí con la cabeza sin decir palabra alguna y de inmediato la colgué a mi cuello utilizando la cadenita dorada.


-"Puede Usted marcharse si lo desea o puede quedarse el tiempo que quiera. Ya no será necesario invitación alguna de mi parte. Usted podrá ingresar cuantas veces lo desee a esta casa. Abaddon ya le ha preparado la oficina que está en la planta baja y ha ordenado para Usted el Archivo. Puede desde este momento tomar posesión de esa habitación"-.


¿Oficina? ¡Claro! Esa a la que ingresé el primer día y de la que de un hueco salieron los pequeños gatitos. También deduje que el Archivo era la habitación contigua atestada de papeles. Haciendo una respetuosa reverencia (casi una genuflexión) y dándole las gracias, caminé unos pasos hacia atrás hasta haber salido de la habitación. Una vez fuera de ésta, la puerta se cerró lentamente mientras que Átropos daba la vuelta para quedar frente al enorme crucifijo vacío.


Tras sonar un leve "click" producido por la cerradura de la puerta, giré noventa grados a la izquierda para encontrarme de frente con Abaddon, el viejecito amable que me había obsequiado panecillos. Con su mano izquierda me indicó por dónde debía de retirarme. Descendí las escaleras acompañado de él. Llegué a la planta baja y para mi sorpresa la desvencijada oficina y el desordenado y polvoriento archivo estaban como nuevos.


Ingresé a lo que era mi nueva oficina y Abaddon diligentemente encendía unas velas que estaban en unos enormes y muy bellos candelabros de un color más negro que la noche. Ya iluminada la habitación pude notar que ahí también había sendos cuadros en los que demonios, ninfas, sátiros, vírgenes y víctimas de una y mil atrocidades parecían tener movimiento. Revisé que todo estuviese en su sitio y decidí entonces "regresar", lo que realmente se traducía en despertar de esa excéntrica y nada olvidable experiencia onírica.


Una vez que salí de la habitación regiamente amueblada, Abaddon procedió a cerrarla con llave así como también el Archivo para entonces entregarme un duplicado de ambas puertas. Fue entonces que sentí que los gatitos andaban rozando sus mejillas en mis piernas. No tenía nada que ofrecerles por lo que simplemente les acaricié un poco y salí de la casa.


Ya despierto y aún en mi cama, noté que sobre mi pecho descansaba la llave del Almanaque, éste a su vez estaba en mi buró y en los bolsillos de mis pantalones las llaves de la oficina y el archivo. Era aún de madrugada y procedí a desvestirme, no sin antes vaciar todo lo de mis bolsillos y descolgar la llave que ahora colgaba de mi cuello, para entonces llevarlo todo al cajón del estudio en donde también estaba la caja con el icosaedron. Cerré todo con llave y tras servirme un baso de jugo, subí de nuevo a mi cama para quedar profundamente dormido.



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